martes, 2 de agosto de 2011

Inicios de la guerra fria

Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados occidentales y los soviéticos recelaban los unos de los otros. Hacia la segunda mitad de la guerra los encuentros entre los principales líderes Aliados no fueron del todo felices. Para la fotografía y las conferencias de prensa se repartían sonrisas, apretones de manos y de ser necesarios unos abrazos no muy efusivos, si el protocolo lo permitía, pero en la privacidad de las conversaciones bilaterales era evidente que se estaba construyendo una enemistad basada en la desconfianza. Era imposible que dos conceptos políticos e ideológicos tan diferentes, como el capitalista y el comunista, pudieran encontrar puntos de vista convergentes.
Josef Stalin era un hombre extremadamente astuto y desconfiado que no sentía el menor pudor para manifestarle a sus aliados las dudas que sentía sobre sus verdaderas intenciones, muchas veces lo hacía de manera violenta y sin guardar las más elementales normas protocolares o siquiera de cortesía. El Presidente Franklin D. Roosevelt, sin embargo, estaba convencido que las actitudes de Stalin se debían al enorme costo, sacrificio y dolor que la guerra significaba para la Unión Soviética y que por tanto debían ser comprensivos y tolerantes. De hecho Roosevelt consideraba que Stalin era su amigo.
El Primer Ministro británico Winston Churchill, por su parte, no sentía la misma conmiseración y recelaba del líder soviético, a tal punto que a pesar de la amistad que le unía al presidente estadounidense, no participaba en las conversaciones bilaterales entre Roosevelt y Stalin, por no querer o simplemente por no ser invitado por Roosevelt. Pero lo que fue peor, muchas veces ni siquiera se enteraba de lo que Roosevelt le estaba concediendo al líder soviético. Al morir Roosevelt, y asumir la presidencia Harry Truman, el nuevo presidente puso bien en claro su disgusto por Stalin y el comunismo, asegurando que no le daría ningún tipo de concesiones al líder soviético. De hecho, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron una clara advertencia para la URSS.
Los franceses, que poco peso político tenían en las conversaciones entre las tres potencias, jugaban sólo el papel de comodín, pero para Stalin, definitivamente los franceses no tenían ningún derecho, ni de participar en las conversaciones, ni de compartir los beneficios de la victoria.
Las democracias occidentales y la Unión Soviética discutieron el progreso de la guerra y la naturaleza de los acuerdos finales para el momento de la rendición de Alemania y Japón en las conferencias de Teherán en 1943 y Yalta en 1945. En esa última conferencia quedó claramente demostrado que la Unión Soviética no estaba dispuesta a hacer concesiones en sus demandas. Stalin alegaba que la URSS había sido siempre invadida por potencias occidentales y por ello precisaba taponar sus fronteras con países cuyos gobiernos deberían estar fuertemente controlados por el gobierno soviético; exigía además el desmembramiento de Alemania y la repartición de sus territorios. Quedó claro después de la ocupación de Polonia que, aunque en el papel la URSS aceptaba la "democratización" de los países de Europa oriental, en la práctica desconocía los acuerdos de la Carta Atlántica, que le obligaba a permitir elecciones democráticas en los países europeos orientales. Eso no ocurrió, en todos esos países se conformaron gobiernos títeres y fueron puestos bajo la órbita soviética.
Con la rendición de Alemania, los soviéticos ocuparon la mitad del país y a regañadientes aceptaron el acuerdo tomado en Yalta que dividía Alemania y su capital en cuatro partes que fueron ocupadas por la URSS, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, esta última muy a pesar de Stalin. La primera prioridad de los Aliados fue aprovechar al máximo la tecnología militar alemana, que era muy superior. Eso incluía la captura por grado o fuerza de los científicos, ingenieros y técnicos, en especial los que estuvieron relacionados con el desarrollo de cohetes, misiles y energía nuclear y a eso se sumó la nacionalización de patentes y la captura de cuanto descubrimiento o desarrollo tecnológico fuera encontrado. Así comenzaron a mudarse fábricas enteras tomadas como botín de guerra, buques, tanques, misiles, cohetes y cuanto pudiera ser útil para efectos civiles o militares. Especial atención pusieron en los jefes militares y los servicios de inteligencia y espionaje.  La URSS, por su parte, hizo exactamente lo mismo.
En 1946, cuando apenas había terminado la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill advirtió el peligro diciendo: "desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático ha descendido una "cortina de hierro" y detrás de esa línea se encuentran todas las capitales de los antiguos estados de Europa Central y Oriental, Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest, y Sofía, todas esas ciudades ancestrales y la población que las rodea han caído bajo la influencia soviética..."
Stalin dijo claramente "Uno no puede olvidar el hecho de que Alemania invadió la URSS a través de Finlandia, Rumania, Bulgaria y Hungría. Uno puede preguntar por tanto, ¿qué puede tener de sorprendente que la URSS, con el deseo de velar por su seguridad en el futuro, trate de que esos países tengan gobiernos con relaciones leales hacia la URSS?" Stalin profundizó las diferencias entre Estados Unidos y la URSS cuando aseveró que la Segunda Guerra Mundial fue consecuencia inevitable e inaplazable debido al imperialismo capitalista, e insinuó que la guerra podría repetirse por esas mismas causas.
Molotov declaró que los círculos de poder de Estados Unidos y de Gran Bretaña dirigían grupos internacionales cuyo propósito era consolidar el capitalismo y el dominio de esos países sobre los demás pueblos de la Tierra. "Esos dos países -dijo- están dirigidos por fuerzas imperialistas y antidemocráticas, involucradas en asuntos internacionales con la participación de algunos líderes de varios países europeos."  Ante las declarciones de tan altos dirigentes soviéticos quedaba claro que no había forma de pretender un acercamiento y por tanto y mientras tanto, el mundo quedaba dividido en dos, los que apoyaban a Estados Unidos y sus aliados y los que lo hacían con la URSS y el bloque comunista..

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